Como otros tipos de explotación animal disfrazados de amor, la equitación esconde muchas formas de maltrato socialmente aceptado.
Aparte de utilizar a los animales como meros recursos, algo que ya debería ser motivo para dejar de hacerlo, la hípica, la doma, el polo, y todas las actividades en las que se monta a un caballo, implican abuso y sufrimiento para ellos.
Si les gustase tanto que los monten, como defienden aquellos que practican estas actividades, no sería necesario entrenarlos con instrumentos que les causan dolor y estrés.
Los más habituales son: la fusta, el látigo (a veces con descargas eléctricas), la serreta (pieza metálica con púas que se coloca sobre el morro), el bocado (pieza metálica que se mete en la boca del animal y que le causa dolor al tirar el jinete de las bridas), las espuelas (con las que se golpean los costados del caballo) y las cuerdas que les obligan a mantenerse con la cabeza agachada en deportes como la doma, provocándoles lesiones y fuertes dolores.
Y esos son los caballos queridos, aquellos de los que sus propietarios obtienen estatus, diversión o negocio. Los que ya no son rentables, acaban en el mejor de los casos muriéndose de aburrimiento en una hípica y, en el peor, en el matadero.
Si te gustan los caballos, colabora con algún santuario de animales de tu zona y disfruta de su compañía sin sufrimiento y explotación.