La percepción social y cultural de cuáles animales son aceptables para comer y cuáles no está fuertemente influenciada por factores históricos, culturales, religiosos, geográficos y personales.
Estas normas y valores pueden variar significativamente en diferentes partes del mundo y entre diferentes grupos culturales y religiosos. Algunas de las razones detrás de estas diferencias en la aceptación de comer ciertos animales incluyen:
- Tradición cultural: En muchas culturas, ciertos animales han sido parte de la dieta tradicional durante siglos, mientras que otros no lo han sido. Estas tradiciones culturales pueden influir en las preferencias alimenticias y en lo que se considera «normal» o «aceptable» en términos de alimentos.
- Creencias religiosas: En algunas religiones, se establecen pautas específicas sobre qué animales son puros o impuros, y esto puede afectar las prácticas alimenticias. Por ejemplo, en el judaísmo y el islam, hay leyes dietéticas que prohíben el consumo de cerdo.
- Aspectos emocionales y de compañía: A menudo, los animales que son considerados mascotas o que se perciben como más cercanos a los humanos tienden a ser menos aceptables para comer. La conexión emocional que las personas tienen con ciertos animales puede hacer que sea difícil pensar en ellos como comida.
- Disponibilidad geográfica: La disponibilidad de ciertos animales varía según la ubicación geográfica. En áreas donde ciertos animales son abundantes, es más probable que se incluyan en la dieta local.
- Aspectos medioambientales: Algunas culturas y movimientos han comenzado a considerar la sostenibilidad ambiental al elegir qué animales consumir. Por ejemplo, algunas personas evitan ciertas especies en peligro de extinción para preservar la biodiversidad.
Es importante destacar que las normas y valores en torno al consumo de animales pueden cambiar con el tiempo y evolucionar en respuesta a cambios culturales, científicos y éticos. La aceptación de dietas vegetarianas y veganas está en aumento en muchas partes del mundo debido a preocupaciones éticas y medioambientales, lo que refleja una evolución en la percepción de qué animales son adecuados para el consumo.