La industria de los lácteos

Muchas veces he oído la pregunta: ¿Por qué ser vegano y no vegetariano? Si no comes carne no haces daño a los animales… ¿tanto importa beber leche?

La leche es la comida que le da una madre mamífera a su recién nacido. Para que los humanos puedan beber leche y consumir sus derivados, es necesario inseminar a una hembra y después, cuando nazca su bebé, quedarse con su leche.

A los toros reservados para tal función se les extrae el semen con la técnica de la electroeyaculación. Luego, en las instalaciones lácteas, las vacas suelen ser inseminadas en cuanto llegan a su pubertad, a los 9 meses de vida. Hay varios métodos de inseminación, pero el más común en el mundo es que, una vez que la vaca está sujeta, un trabajador meta el brazo, enguantado y lubricado, y una pistola fina cargada de sémen previamente extraído y almacenado.

Cuando la vaca está a punto de dar a luz, se la encierra en un recinto separado. Cuando nace su pequeño ternero, entran un par de hombres, distraen o aturden a la madre y se llevan al recién nacido, por lo general arrastrándolo por el suelo.

Todo el objetivo del negocio es producir la mayor cantidad de leche. Por eso, las vacas están manipuladas y seleccionadas genéticamente para que produzcan más leche y no se puede permitir que el ternero recién nacido beba su leche. Sólo tiene la oportunidad de recibir el colostro de su madre (inútil para la industria) y al cabo de unas horas se separa de ella para siempre. Si se trata de una hembra, la confinan en la sección de jóvenes hembras a la espera de que crezca y alcance la fertilidad. Si es un macho, lo encierran en una pequeña caseta para que su tierno cuerpo no desarrolle mucha musculatura y se venda bien en el mercado de la carne.

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La distancia física entre las madres y sus hijos, ya separados, no es lo bastante grande para evitar que en muchos casos escuchen sus llantos mutuamente. Pero la industria ganadera no tiene tiempo para lágrimas y sí tiene sed de leche materna. A la nueva madre le conectan los tubos necesarios y empiezan a succionarle la leche. En vez de sentir la húmeda y cálida boquita de su bebé, son fríos y extraños tubos de metal y plástico los que se llevan su leche.

Al cabo de un mes aproximadamente, cuando el cuerpo de la madre se repone al parto y recomienza su ciclo de fertilidad, vuelve a aparecer el inseminador con la pistola de semen y los enormes guantes de plástico.

Todo esto es necesario para que luego la gente pueda comprar leche, quesos, mantequilla y helados. Y además, lo compra en envases decorados con imágenes de vacas sonrientes en el campo…

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