Deforestación y desertización. ¿Podemos hacer algo?

Además de malgastar y contaminar los limitados recursos que pertenecen a todos los habitantes de este planeta, la cría y explotación de animales para consumo humano provoca y agudiza los problemas de deforestación y desertificación de la Tierra.

Dado que la demanda de carne, lácteos y huevos no para de aumentar en los países menos ricos, la industria ganadera se encuentra constantemente en busca de más terrenos en los que criar ganado y, sobre todo, cultivar los cereales con los que alimentarlo. De esta manera, para poder abastecer los mercados de productos de origen animal, se destruyen zonas naturales enteras, ecosistemas insustituibles, especies vegetales y animales: un desastre ecológico.

En el pasado, el 14% del planeta estaba cubierto por selvas tropicales. Hoy, solamente el 6%. Cada segundo, desaparecen entre 4.000 y 8.000 m2 de bosque; aproximadamente, un campo de fútbol de selva tropical se convierte en instalación ganadera. Cada segundo.

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No es sorprendente pues que según los cálculos menos pesimistas, dentro de 40 años no quede nada del llamado “pulmón del mundo”.

¿Por qué se destruye el Amazonas?

Diversas organizaciones medioambientales han contribuido a crear la impresión de que la deforestación en el Amazonas se debe principalmente a causas ajenas a la necesidad de terrenos para la explotación animal. Por ejemplo, se ha puesto mucho énfasis en campañas contra el consumo de aceite de palma y se ha logrado incluir este tema en la agenda ecológica de muchos países.

Sin embargo, un examen más detenido del asunto revela que nuestra atención se desvía: Mientras que las industrias relacionadas con el aceite de palma han destruido 10,5 millones de hectáreas de selva tropical, la industria animal se lleva, de lejos, la primera posición al ser responsable de la destrucción de 55 millones de hectáreas.

Así pues, la industria ganadera provoca el 91% de la destrucción de la selva amazónica. Es una verdadera tragedia pues se pierden bosques, especies vegetales y animales, y culturas ancestrales que sobrevivían amparados en el anonimato de la selva.

La motivación económica de los productores de carne, leche y huevos es tan grande que incluso cuando alguien osa oponerse y protestar ante tanta destrucción pone su vida en peligro. Los funcionarios locales parecen incentivados por estos poderosos intereses económicos y suelen hacer hacer la vista gorda. Según varios medios de comunicación, durante los últimos 20 años, al menos 1000 personas han perdido la vida luchando contra la deforestación en el Amazonas. El saqueo de la naturaleza para saciar el apetito humano continúa.

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Mientras tanto, en otras partes del mundo, la cría de ganado acelera la desertización de la tierra. En un contexto climático ya problemático, los métodos de agricultura agresiva y el sobrepastoreo necesarios para alimentar a tantos animales agravan la situación: cada año, 21 millones de hectáreas se vuelven improductivas para la producción agrícola.

Poco a poco, la superficie árida se extiende. El sur de Argentina es un ejemplo de este proceso. La mayor parte de la Patagonia, un tercio del país, sufre síntomas de degradación y desertificación. Y la situación no parece que vaya a invertirse.

Y mientras las selvas tropicales retroceden kilómetros cada día, en otras zonas del mundo la desertificación se acelera debido a la cría de ganado y otros animales.

El sobrepastoreo y los métodos de agricultura agresiva para alimentar a millones de animales están conjugándose con los factores climáticos. Así, la superficie árida del planeta aumenta cada día: 21 millones de hectáreas se vuelven improductivas para la agricultura cada año.

Argentina, por ejemplo, país conocido mundialmente por su producción de carne, está viendo como el desierto del sur avanza y se hace cada vez más árido. La Patagonia, aproximadamente un tercio del país, sufría signos crecientes de degradación en un 80% de su territorio ya en 1999. El proceso sólo ha empeorado.

Según un informe de la Organización de los Estados iberoamericanos, “a las cabras y ovejas se las conoce como constructoras de desiertos” ya que, a diferencia de las especies autóctonas (menos rentables para los ganaderos), al pastar, las cabras y las ovejas arrancan de cuajo las raíces de las plantas que comen y no dan tiempo a que la vegetación se renueve.

En condiciones de poca lluvia y calentamiento climático gradual, esto solo conduce a más desiertos en los cuales, no se podrá ni pastar ni cultivar alimentos vegetales para nadie.

¿Podemos hacer algo?

Ante estos datos, como comentábamos en el artículo «Motivos para ser vegano«, hay una razón muy importante para integrarse en el estilo de vida vegano: el medio ambiente. Casi sin darnos cuenta, podemos estar haciendo mucho más por nuestro entorno que con otras prácticas menos eficaces y, sobre todo, menos saludables.

¿Te influyó este tipo de datos para iniciar tu camino vegano? Comparte tu experiencia en los comentarios bajo el artículo.