Miles de millones de animales son torturados y asesinados cada año para abastecer con sus pieles, su lana o sus plumas a la industria de la vestimenta y la moda.
El cuero y las pieles
Mientras que el uso de abrigos de pieles ha bajado en popularidad en las últimas décadas, el comercio de artículos de cuero disfruta paradójicamente de una buena imagen entre el público. Por lo general, nadie sabe exactamente de quién y de dónde viene la piel con la que están hechos unos zapatos de cuero. Además, la mayoría de la gente cree que se trata de subproductos de la industria de la carne y que por tanto, “no es un tema en el que se pueda influir directamente”.
Esta creencia es errónea por dos motivos. En primer lugar, hay un porcentaje importante del cuero y la piel que se vende en el mundo que proviene de animales especialmente cazados o criados en condiciones terribles para tal fin. Es el caso de visones, zorros, lobos, canguros, cocodrilos, focas y otros. En otros casos, tanto en China como en países occidentales, se roba a perros y gatos para conseguir sus pieles.

En segundo lugar, en los casos en los que la piel proviene de vacas u otros animales de la industria ganadera, el cuero es efectivamente un subproducto pero es el que a menudo rentabiliza al negocio. Se calcula que un 10% de las ganancias de la industria de la carne proviene del cuero de las vacas y terneros que explota. Con el continuo descenso del consumo de carne per cápita en los países occidentales, la venta de cuero y pieles se antoja decisiva para la supervivencia de la industria ganadera. Según la Unión Ganadera de EE. UU.: “El uso de subproductos permite mantener el precio de la carne al consumidor más bajo de lo que tendría que ser. Las pieles son el único subproducto importante de verdad”.
Aunque en la mayoría de países la ley lo prohíbe, de facto, a las vacas empiezan a despellejarlas muchas veces mientras aún están vivas. Esto se debe al ritmo frenético de trabajo en los mataderos, donde cada segundo perdido equivale a dinero perdido, y al desprecio a la vida inherente a esta industria.
La lana
Si la venta de artículos de cuero disfruta de cierta pasividad e indiferencia por parte del público, con respecto a la lana, la mayoría cree que se trata de un “intercambio” que no perjudica al animal.
Sin embargo, la realidad es diferente. La lana de las ovejas no cumple una función decorativa sino que les protege del frío. El esquilamiento se suele efectuar por lo general antes del final de la temporada más fría. De esta manera, la industria se asegura que la oveja ha desarrollado el máximo de lana y evita la pérdida de lana natural que se produce cuando las temperaturas empiezan a subir, lo cual supondría menos ganancias para el negocio. Las ovejas continúan en los campos o en las instalaciones, a pesar de las bajas temperaturas y estar sin su protección natural. Las ovejas tienen una temperatura corporal más alta que los humanos (39ºC) y en estas condiciones se mueren de frío. Un millón de ovejas muere al año así.

Además, estas ovejas son el resultado de miles de años de cruces y selección genética para lograr una lana más gruesa, arrugada y larga. Para la oveja, esto significa sudar mucho más. De esta manera, aumenta el riesgo de padecer infecciones en la piel debido a las moscas que anidan sus larvas entre la sudorosa lana de la oveja. Para solucionar esta situación, desde el punto de vista de los ganaderos, se lleva a cabo una operación quirúrgica llamada “mulesing” que consiste en mutilar la parte de la carne que rodea el ano para que las moscas pongan ahí sus larvas y no se estropee el resto de la lana. La operación, sin anestesia, causa dolor durante y después del proceso.
El proceso del trasquilado se efectúa por trabajadores que reciben su pago por oveja, no por hora. Esto significa que la sensibilidad hacia cada individuo es mínima. Los cortes y heridas en los cuerpos son corrientes pero no hay tiempo para delicadezas. También son normales los golpes y la violencia para sujetar a las víctimas y facilitar la labor del trabajador.
Las plumas
Decenas de miles de patos y gansos son explotados anualmente para obtener su plumón y sus plumas y fabricar así almohadas y edredones.

Aproximadamente la mitad de las plumas de esta industria son arrancadas de aves vivas. Durante la corta vida (1,5-2 años) de estos patos y gansos, las aves son desplumadas vivas unas 5 veces. Las plumas se conectan a la piel en zonas rodeadas por muchos nervios y el dolor que causa arrancar una sola pluma es inimaginable. Para realizar esta tarea, los trabajadores de la industria tienen que atar a las aterrorizadas aves para que no se muevan. Su salario irá en función al número de aves desplumadas, así que no hay tiempo que perder. Tras esta tortura, los patos y gansos quedan traumatizados y desfallecidos, con fracturas y lesiones musculares debidas a los espasmos de dolor.
Es una práctica tan cruel que ya hay numerosos países en los que la ley prohíbe el desplume de aves vivas, aunque todavía se permite su importación y comercio.
Por desgracia, los efectos de la explotación animal no se limitan a la alimentación. Los casos de las pieles, la lana y las plumas ilustran perfectamente por qué el veganismo es mucho más que una dieta.