Animales en la industria del ocio: juguetes y esclavos

Cuando la población general habla de veganos, veganismo,… muchos reducen este estilo de vida a una forma de comer, y nos colocan en un apartado similar a los celiacos, alérgicos o con intolerancia a algún alimento (lactosa, etc.).

Sin embargo, sería muy interesante (y eso es labor nuestra) hacer ver que el modo de vida vegano no es solo un tipo de dieta.

No solo se explota a los animales para extraer alimento. También cumplen un importante rol en la industria del entretenimiento, desde los parques zoológicos hasta las corridas de toros, donde el animal se convierte en un mero juguete al servicio del hombre y, en demasiadas ocasiones, su sufrimiento es la diversión del público.

Los animales no deberían ser juguetes ni esclavos

Los animales no humanos son utilizados en zoológicos, circos, carreras, peleas, acuarios, delfinarios, corridas de toros, carruajes turísticos, deportes ecuestres y otros espectáculos. El principio siempre es el mismo: el animal no es dueño de su propia vida. La finalidad tampoco varía: divertir, entretener, combatir el aburrimiento del hombre, enriqueciendo de paso al explotador.

Todos estos animales viven en cautividad, privados de necesidades individuales y sociales básicas. En jaulas o en pequeños recintos que simulan el hábitat original del animal, aunque nada puede sustituir el verdadero hogar y las sensaciones de auténtica libertad. Los privamos de una vida normal, del desarrollo de sus instintos naturales, de socialización, de emparejamiento, de familia… Los animales muestran signos de estrés y anormalidad mental que casi siempre nos negamos a ver, cegados por nuestra creencia de que los animales carecen de propia voluntad y deben sentirse afortunados por vivir cerca de nosotros y lejos de sus “duras” —para nosotros— condiciones naturales.

Para aprender a realizar los trucos que tanto entusiasmo levantan entre el público en los circos y otros espectáculos, los animales sufren dolor, hambre y humillaciones. El conocido método «del palo y la zanahoria» es exactamente así: hasta que no hagas el truco, no comes; y además, si no colaboras, te pego.

zoo-animales-esclavos

De cara al público, y como tiene que ser en la industria del ocio, todo reluce. Los animales presentan un buen aspecto, aseados y aparentemente felices y obedientes. En realidad, están sometidos, dopados, atemorizados y ansiosos. Ellos saben algo que nosotros ya olvidamos: que su lugar no está en esa jaula, en esa carrera o en esa pista de espectáculo. Son simplemente juguetes y, como tales, al acabar la función nos olvidamos de ellos y pasamos a devorar el siguiente producto de ocio para combatir nuestro aburrimiento.

Igual que un niño tira al suelo un juguete y lo rompe cuando ya se ha cansado de él o porque la batería se ha agotado, los animales de los zoológicos, circos, carreras, deportes y otros espectáculos son maltratados, olvidados, abandonados o “sacrificados” cuando ya no son útiles para el fin que les habían destinado.

En febrero del 2014, el zoo de Copenhague asesinó públicamente a Marius, una jirafa macho, porque ya no entraba en sus planes según las directrices europeas para parques zoológicos… Este caso tuvo una gran repercusión mediática. Se reunieron miles de firmas en todo el mundo clamando clemencia para Marius; pero, como los mismos responsables daneses explicaron, ésta es una práctica muy común entre los parques zoológicos.

En el mundo de las carreras ecuestres, por ejemplo, resulta habitual que cuando los caballos pierden su capacidad competitiva sean vendidos al matadero para servir de alimento a otros animales. Cuando el juguete queda obsoleto, se tira y se compra uno nuevo.

Millones de peces sobreviven en acuarios, aprisionados entre paredes de cristal y simulacros plastificados de vegetación marina, iluminados artificialmente, atemorizados sin comprender lo que pasa a su alrededor, sin conocer el placer de nadar en conjunto, condenados a vagar hasta sus últimos días en los centímetros de su jaula acuática sin propósito ni aliciente alguno.

En el caso de las corridas de toros o las peleas de gallos se repite la misma historia, solamente que aquí la explotación y la crueldad del espectáculo no sólo que no se esconden, sino que son precisamente el mayor atractivo del mismo.

El modelo de negocio se repite. Una industria, en este caso la del ocio, se aprovecha de la debilidad de los animales y de nuestra permisividad para cosificarlos y maximizar sus ganancias. No deberíamos arrebatar lo que no nos pertenece. Cada vida es un mundo. El verdadero examen de nuestra humanidad está en el trato que damos a quienes somos capaces de someter.

zoologicos-animales-esclavos

Analizando el porqué de este sufrimiento en la actualidad, vemos que muchas veces no esconde un «acto de maldad consciente» de los asistentes a estos espectáculos. Por ejemplo, los padres que llevan a sus hijos al zoo o al circo no organizan esa actividad con el ánimo de hacer daño, sino todo lo contrario: detrás de ello muchas veces incluso hay una intención educativa.

¿Qué falla entonces? ¿Cuál es el problema? ¿Tiene solución?

Precisamente, la clave está en la palabra «consciente».

Al asistir desde la primera infancia a este tipo de espectáculos (circos, zoos, acuarios, etc.), hemos «normalizado» algo que no debería ser normal: el secuestro, la tortura, la esclavitud,… Muchas veces, la inconsciencia no viene de la ignorancia de los datos (todos sabemos que los animales del zoológico están prisioneros) sino de no habernos parado a analizarlos

Y eso nos lleva a otra pregunta:

¿la maldad «inconsciente» es menos mala que la «consciente»?

Aunque el resultado pueda ser el mismo (el daño al ser vivo que sufre es el mismo), si hablamos de «maldad inconsciente» se abre un camino de esperanza, ya que la solución puede estar en eliminar esa inconsciencia despertando las conciencias con información.

Si haces ver a un padre que los animales de los zoos están sufriendo un perpetuo secuestro y que los de los circos hacen «sus gracias» como consecuencia de la tortura, ¿considerarían un entretenimiento instructivo llevarles al zoo o al circo?

La mayoría no.

La conclusión, una vez más, está en nuestra mano. Ya que nosotros lo tenemos claro, ¿no sería buena idea abrir los ojos de las personas que nos rodean?

Si dedicas un minuto a pensar en ello, esa «conciencia contagiosa» se podría extender mucho más de lo que imaginas. ¿No se difunden tonterías todos los días en las redes sociales o en tus grupos de whatsapp? ¿Por qué no usamos estos medios para viralizar este concepto?

Si quieres compartir tu experiencia u opinión, te invitamos a participar activamente escribiendo tus comentarios bajo el artículo.